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"No existen más que dos reglas para escribir:

tener algo que decir, y decirlo" (Oscar Wilde)

viernes, 4 de mayo de 2012


El viento



                 De un sol abrasador habíamos pasado a un viento que se iba cerniendo sobre nosotros como una demoledora amenaza. Los árboles se retorcían sobre sus entrañas  como queriendo imitar un baile de  tribus africanas.

                No me dio tiempo a despedirme de él. El viento me arrancaba mi sombrero y se lo llevaba hacia sus adentros en volandas como un pelele.  Corrí mucho, pero cuando parecía tenerlo al alcance, el viento, con tono burlón, volvía a soplar y lo llevaba más allá. En mis oídos martillaban  sus gritos de auxilio. Estábamos los dos a merced de una fiera voladora. Finalmente, las ruedas de un camión cortaron su carrera.

                Cabizbajo y sin sombrero me dirigí a casa. Para lavar  mi conciencia compré otro igual. Ahora creo que todo fue una pesadilla.

                 Y, los días de viento, todavía hay una lágrima que resbala por mi mejilla.

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