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"No existen más que dos reglas para escribir:

tener algo que decir, y decirlo" (Oscar Wilde)

domingo, 26 de abril de 2020

ENCERRANDONOS ESTAN MAS TRANQUILOS

  Después de un mes y pico encerrados , uno llega a la conclusión de que es la mejor situación para aquellos que dicen gobernarnos.

   Con las calles vacías casi no hay accidentes, no hay contaminación, no hay secuestros, no hay atracos, no hay manifestaciones contra el gobierno. Es una balsa de aceite. Algún sonido de cacerola que no oyen y eso sí, sobre todo aplausos, cosa que por mucho que vayan dirigidos al personal sanitario, yo no acabo de entender del todo. Nadie me aplaude a mí por cumplir mi obligación que es trabajar todos los días, casi la misma obligación que tiene el personal sanitario. Con haberles aplaudido un día creo que era más que suficiente. Esos minutos a partir de las 20 horas (que por una vez estamos todos de acuerdo en la hora) deberían reflejarse en otras cosas. Acordarse de los fallecidos por ejemplo. Aunque quede claro que no me he unido ni me uniré a la ovación colectiva.
  
   No esperéis, no, que vaya a hacer leña del árbol caído y empiece a meterme con los siempre presuntos culpables. Que nos pille una pandemia no es culpa de nadie. La gestión contra esa pandemia sí que puede ser determinante para atajarla, pero no seré yo quién opine si esa gestión ha sido o no ha sido acertada. No me piden la opinión para unas cosas, pues tampoco  voy a darla para esto.

    Mientras tanto, esperaremos a que esos señores disfrazados con trajes de superioridad vean conveniente que salgamos, eso sí, con las pautas que nos marquen.

    Y al que se mueva, ya sabe. No saldrá en la foto

    
  

viernes, 10 de abril de 2020

DESINFECTANTES Y DEMÁS UTENSILIOS DE MODA

       
Cuando las palabras que mas oímos estos días son:
Nitrilo
Mascarilla
Látex
Gel hidroalcohólico
Desinfección
Olvidamos que eso solamente limpia y evita productos materiales, cuando muchos lo que verdaderamente necesitan es purificar su conciencia o su alma

martes, 31 de diciembre de 2019

LLEGA EL RELEVO A UN VIEJO 2019

Hace 365 días eras tan solo un bebé que daba sus primeros vagidos.
Hoy con tu bastón vienes a despedirte y casi no puedes ni valerte por sí.
Te perdono si en algún momento te has portado mal conmigo-
Buena suerte en el otro lado.
Adiós 2019, mañana no nos veremos ya

miércoles, 7 de agosto de 2019

DESMARQUES EN EL HORIZONTE

La gente se quiere alejar y
yo no los voy a agarrar.
Por si vuelven a intentar
no tenerlos que soltar.

jueves, 11 de octubre de 2012

HISTORIA DE MI NOMBRE



En mi época era una costumbre poner al primer hijo varón el nombre del padre y a la primera hija el nombre de la madre. En su defecto, se tiraba de santoral, y si uno tenía suerte, podía tener un nombre acorde a su aspiración de no sonrojarse al ser nombrado.
En mi caso, me iba a llamar Tomás, pues nací con el antiguo santoral un siete de marzo, festividad entonces de Santo Tomás. Como mandaba la primera opción, me llamo Ernesto por mi padre. Pero a alguien se le ocurrió la brillante idea de adosarme un nombre al lado aprovechando la festividad del Angel de la guarda, por aquellas fechas el 1 de Marzo. Digo brillante idea, porque me suena mejor Ernesto Angel que un supuesto Ernesto Tomás. No obstante hay compuestas que no cuadran. Suena muy bien si dicen Gin-tonic, Gin-Kas, Calimocho,  pero…  eso de Ernesto Angel…  y, peor todavía, Ernesto Tomás…
Con el tiempo, como si se tratara de la teoría de la evolución, el Angel lo fui perdiendo. Recuerdo una anécdota con una médica que me llamaba continuamente Ernesto-Angel. Enseguida yo replicaba diciéndole que me llamara Ernesto, que Angel no me gustaba, a lo que ella me contestaba: “Pues yo me llamo Maria de los Angeles”. Lapsus que todavía recuerdo
Una vez conseguido que la gente se adaptara a mi nombre empecé a sentirme bien. Al principio siempre uno envidiaba a los que se llamaban Pepito, Javi o Carlos por poner un ejemplo. Cuando me llamaban en voz alta, todos miraban para mí.  Odiaba el momento de pasar lista. Era un nombre poco común y no aceptaba que todas las miradas se clavaran en mí.
Con la obra de Oscar Wilde “la importancia de llamarse Ernesto” se nos empezó a hacer justicia. Fue un punto de inflexión y con el Ché Guevara, Ernesto Sábato etc… acabamos colando nuestro nombre poco a poco en la sociedad. Hoy me enorgullece llamarme así.
Y para los posibles lectores de este blog, decir que, Oscar Wilde no me dio ninguna importancia y os permito dirigíos a mí poniendo mi nombre con minúsculas.

miércoles, 20 de junio de 2012

UTILIZADO

    Definitivamente, hoy no he querido ir a dar un paseo propuesto por esa chica escultural que conocí hace meses. Antes tengo que  buscar más complicidad. Algo que nos acerque. Han sido ya muchas salidas y todavía me pregunto qué tendremos en común para que me llamara anoche, a la hora que era, con el pretexto de vernos hoy.
    A ella le gusta el cine, a mí el teatro. Si yo pido sopa, ella pide ensalada. Yo carne, ella pescado.  Si propongo un paseo por los jardines, se me descuelga con ir de escaparates. Si hablo de la lucha de clases, nunca le falta un guiño hacia los ricos. Yo trabajo, ella estudia. Yo la montaña, ella la playa. Si digo blanco, ella negro, aunque, a veces, para no aparentar ser tan radical, lo culmina con un “no es exactamente blanco”. Ni una similitud.
    He preferido salir sólo. Quizá haya sido ingrato con ella, pero no estaba dispuesto a entrar en una nueva lucha dialéctica. No me veo  a su lado. Estaríamos todo el día como en una tensa lid. Aunque, no puedo negar que me gusta. Seguramente por eso, por ser tan diferente y también por su físico. Me haré el duro una temporada y luego ya veremos.
    Vuelvo  a casa. El contestador parpadea. Le doy al botón y mis oídos tratan de engullir las palabras que uno hubiera preferido escuchar desordenadas:
“Quería despedirme de ti,  he culminado mi tesis sociológica sobre la contradicción. Mañana tengo que leerla en la Complutense. No sé si  te volveré a ver. No obstante, ya no me haces falta. Y, que sepas, que en todo este tiempo no me has conocido. Yo no soy así. Saludos”

viernes, 4 de mayo de 2012


            LA COLECCIÓN



        Moncho era gordito, bajo, colorado de mofletes.  Cara de pillo. Su fisonomía me recordaba a  esos niños que se acercan,  te dan una patada en la espinilla y echan a correr. Cada tarde, al llegar a su casa, siempre rodeando la iglesia para no tener que  justificar recientes ausencias, cogía el bocadillo y dejaba los libros. Era un gesto maquinal en el que resultaba difícil adivinar qué cosa hacía primero en aquél dinámico alarde. 

            La primera visita era ineludible. La panadería. El hijo de la panadera, Juanjo, era su amigo preferente. Aquél que le consiguió el último cromo de un álbum que ya se resignaba a no completar.  Esa estampa con la figura de un apache en posición sentado que le trajo de cabeza durante meses. Desde aquella, Moncho se sentía  en deuda  y le rendía sumisión todas las tardes haciéndole compañía en la trastienda.

Cuando se despedían, el procedimiento era siempre igual. Una rayita en el calendario y un día menos. Su particular cuenta atrás iba paulatinamente menguando. En un par de meses podrían abandonar la trastienda y salir a la calle.

Mientras,  el centenar de bolsas de pan de molde, abiertas clandestinamente para conseguir el cromo, se apilaban en una estantería a la espera de ser devueltas. Una rebanada miraba al exterior aprovechando la improvisada mirilla.

PAPA NOEL



            Con un sofisticado atuendo mitad bufón, mitad arlequín, cumplía sus primeros minutos de trabajo el bueno de Colás.  Intuía una jornada dura. El intenso frío formaba en su tupida barba unos graciosos carámpanos. Sus pequeños ojos suplicaban el calor de un cafetito ajeno. Su sonrisa, cuando llegaba algún pequeño, era simplemente un disimulo. Era una sonrisa con amargura mientras  entregaba un caramelo y un globo en la puerta de aquél local.  Aquellas golosinas no lograban ocultar el gusto amargo en su propio paladar.

            Cuando no pasaba nadie, se guarecía en sus pensamientos. Su anterior vida en el circo. Pensaba que había sido una gran paradoja: repartir alegría desde lugares tan tristes, porque, para Colás, el circo era muy triste.  Sus familias nómadas, sus caravanas, donde  encontrabas un niño recibiendo clase o con fuego en la boca, o donde la niña trapecista completaba la jornada  en la taquilla. Lo comparaba con la vida en los cuarteles, donde podías ver al niño con su juguete y al padre con la metralleta

            Obnubilado por el frío, se sobresalta cuando llega un chavalín a su lado:

            -Papá, ¿has pasado mucho frío? Te traigo el termo. Tienes que resistir.  Con lo que ganes podré comer turrón. Esta Navidad debería de durar siempre.

            -Tienes razón hijo. Pediremos una prórroga. ¿Hasta Mayo?

El viento



                 De un sol abrasador habíamos pasado a un viento que se iba cerniendo sobre nosotros como una demoledora amenaza. Los árboles se retorcían sobre sus entrañas  como queriendo imitar un baile de  tribus africanas.

                No me dio tiempo a despedirme de él. El viento me arrancaba mi sombrero y se lo llevaba hacia sus adentros en volandas como un pelele.  Corrí mucho, pero cuando parecía tenerlo al alcance, el viento, con tono burlón, volvía a soplar y lo llevaba más allá. En mis oídos martillaban  sus gritos de auxilio. Estábamos los dos a merced de una fiera voladora. Finalmente, las ruedas de un camión cortaron su carrera.

                Cabizbajo y sin sombrero me dirigí a casa. Para lavar  mi conciencia compré otro igual. Ahora creo que todo fue una pesadilla.

                 Y, los días de viento, todavía hay una lágrima que resbala por mi mejilla.
LA DROGUERÍA

Pasaba lista todos los días. Parecía que estaban todos: el ambientador, la esponja, el gel, las pinzas de la ropa, los pañuelos de papel, los estropajos, el champú…   Uno tras otro iban respondiendo  cuando  citaba sus nombres. Pero, ¿dónde estaba la señorita Bayeta?  Debería  estar a la diestra de la escoba.  Donde siempre había estado.  Se me hacía muy duro pensar que, algún caldero sin escrúpulos, me la hubiese arrebatado. Quizá para formar parte de alguna orgía junto al agua y el jabón. Hubiera preferido que me llevaran a mí que ya soy viejo. Mi bayeta estaba en la flor de la vida.
Sus compañeros también lloraban su ausencia. Se me acercaba la hora de marchar, pero no podía dejarlos en aquel estado. Quería estar junto a ellos. Tomé carrerilla, cerré los ojos y me lancé contra aquella superficie achaflanada. Una lluvia de cristales de todos los tamaños impactó sobre mí, mientras caía en cuclillas al lado de los míos. Fui abrazando a todos, uno a uno, dejando en sus cuerpos,  a modo de despedida, un pequeño reguero de sangre.
He vuelto al lugar.  Sigo teniendo que esperar a Claudia, como siempre, pero ahora, en vez de hacerlo mirando escaparates, me llevo un libro para leer. Y cuando miro de reojo a la droguería nadie me conoce. Es la mejor noticia.

martes, 5 de abril de 2011

VIAJE EN AUTOBUS. (SONETO)

Acabo de subir en la parada
el chófer viene algo malhumorado
por no ser yo culpable de su enfado
me voy hasta la parte abarrotada.

En el auto hay gente preocupada
de mirar cómo vienes ataviado,
queriendo averiguar de tu pasado,
de tu vida y de tu actual morada.

Sus miradas me sumen en la duda
y no puedo adivinar la intención:
me odian, o me quieren con locura.

De todas formas, y por prevención
procuro ejercer siempre mesura
y a todos sonrío con educación.

VIAJE EN AUTOBÚS EN VERSO LIBRE

Viajeros obligados
ojeras mañaneras
paisajes repetidos
ruidos urbanos
cláxones
frenazos
recuento de viajeros
y aunque estemos todos
viajo en soledad

domingo, 20 de marzo de 2011

LOS CELOS DE LA ESPONJA

No divisaba a nadie a mis espaldas por aquél escaparate-retrovisor que ya me sabía de memoria. Esponjas a cinco pesetas, jabones de tocador en oferta, champús, etc… Eran las seis de la tarde y me dirigía, como cada día, a mi observatorio a contemplar a Inés.

Ella vivía un poco más adelante, pero el escaparate en forma achaflanada, me hacía ver sin ser visto. Era una acción de espionaje esperando el momento en que entrara en su portal. Así día tras día. Cuando la veía me sentía feliz. Cuando, por el contrario, no era posible verla me consolaba mirando la esponja de cinco pesetas.

Un día, al dirigirme a mi punto de observación, tropecé de frente con ella. En un alarde de disimulo dije que iba a comprar una esponja. Entré en la tienda y mi sorpresa fue mayúscula cuando había subido su precio a 7 pesetas. No me la pude llevar. Los celos de la esponja al verse relegada a un segundo plano me condenaron.

Seguí viendo a Inés una temporada grande, y en mi lista de compra jamás incluí a una esponja.

BUSQUEDAS

He salido a buscarte. La enorme silueta del faro en forma etérea que diviso al fondo me ayuda a orientarme. Sigo recto. Trato de esquivar todo lo que se me viene encima: una bolsa flotando, partículas de agua en suspensión, pies que se desvían en el último instante… Puedo adivinar que estás ahí, detrás de esta cortina que ahora me impide verte. Continúo avanzando, ahora choco de bruces con un niño que va tras la pelota. Estoy confundido. No sé que hora es. Al reloj de la torre lo han cambiado por una nebulosa. Oigo pasos a mi espalda. No quiero girarme. Continúo mi búsqueda a ciegas, estiro los brazos para proteger mi espacio.
Tú no me querías ver. La atmósfera se ha aliado contigo. Y, con su complacencia, te ríes de mí.

EL ESCALADOR

Eran muchos los que dudaban de aquél apuesto africano que tarde tras tarde se encaramaba en lo alto de aquella fuente. La sesión era siempre repetitiva: de un brinco saltaba la zona de agua y después trepaba hasta el último centímetro de aquella imagen parduzca que recordaba a no se sabe quién. Estaba encaramado cuatro o cinco minutos y descendía. Era su momento de gloria

Los bancos, repletos de jubilados, hacían caso omiso. Era la misma historia de todos los días y ya no se sorprendía nadie. Comentarios de todo tipo, fotografías de curiosos inmortalizando el acto, y una pregunta en el aire: ¿por qué lo hacía? Nadie podía responder

Pasado un tiempo, aquello se acabó. Aquél personaje que tantas y tantas tardes les había entretenido no estaba en la plaza. Desapareció como si hubiera fallado en el primer salto y se hubiera deshecho en el agua como una pastilla efervescente.

Hoy la plaza sigue donde siempre. Con sus corrillos de ancianos, niños jugando y gente de paso. La imagen más que parduzca, es negra, como queriendo recordar al hombre que tantas veces la abrazó.

He esperado a la hora de siempre, y por el fondo de una calle estrella que da a la plaza, conduciendo su silla de ruedas, con sus extremidades inertes en el reposapiés, observo a un hombre de raza negra que, con nostalgia, y los ojos humedecidos, mira a la parte alta del monumento. Pasa inadvertido. Nadie parece reconocerle, pero es él.

EN LA PLAZA DE ABASTOS

El amanecer está dando sus primeros vagidos. Unos hombres pasean sin rumbo buscando una oferta. A la llegada de los camiones, las carreras se suceden. Ganan los que consigan un jornal para echarse algo a la boca. Camión grande, sueldo grande –piensa para sí Genaro-. Ayer no bebió y hoy se encuentra ágil para llevar los cientos de cajas hasta su destino final. Esta vez ha tenido suerte y presume encaramado en la caja del trailer de mayor dimensión.
-¡Pollos! –exclama- ¡Hoy me toca descargar pollos!
Bajo la atenta mirada del dueño, una, dos tres,…, ¡hasta seis cajas de una tacada! Sus robustos brazos se lo permiten. Va poco a poco tanteando. Son sólo tres escalones pero muy traidores. Un paseo tras otro, siempre cargado. Genaro mira hacia el camión limpiándose el sudor acumulado debajo de su boina:
-¡Ufff! ¡Ya va quedando menos!
Son las siete y media y las mujeres madrugadoras llegan a comprar. Genaro pasa a duras penas entre ellas, siempre pidiendo paso con su frase habitual: “¡cuidado, mancho!” Grito que, por otro lado, se pierde entre los vozarrones de los tenderos que empiezan a cantar las excelencias de sus productos. Ahora el peligro estriba en no tirar toda la carga por culpa de un inoportuno choque.
¡Ultimo viaje! Esta vez son siete cajas. Han pasado dos horas y media y en el camión solo queda el toldo. Genaro coge los billetes que le entrega el dueño y raudo se dirige a recuperar fuerzas al bar de costumbre.
Genaro, ¿cómo ha ido hoy? –le pregunta el tabernero
-No puedo quejarme. Hoy comeré.
Dejo la plaza en pleno bullicio. Paso junto a un grupo de estos hombres, que comen un bocadillo en la calle.
Es el mercado, que hoy, me ha enseñado su alma.

EN LA OFICINA DEL PARO

No era el mejor momento para hacer un chiste. Eso que nos contaron de pequeños de “a mal tiempo buena cara” no parecía que tuviera cobijo en aquella larga fila. Figuras con semblantes serios esperaban impacientes su turno, como gusanos de seda, buscando una vida mejor. Querían ser crisálidas, aunque fuera por tiempo efímero.
Si la entrada era esperanzadora, la salida era deprimente. ¡Otro mes más! -se oía exclamar con cierta frecuencia- a los que abandonaban aquella siniestra oficina, en la que solamente faltaba la inscripción cínica de “El trabajo os hará libres”.
-¡Vayan saliendo, hay que cerrar! -voceaba la recepcionista-, a la vez que conminaba al último a cerrar la puerta.
No la cierre, contestó . Déjela entornada.

martes, 20 de julio de 2010

VACACIONES

Me lo había advertido: “si no me las das, yo me las tomaré”. Era mi bolígrafo en la última charla. Le veía un poco cansado, a veces escribía discontinuo. No le hacía caso. Pensaba que era un farol. Hoy se me ha dado de baja. Le han hecho unos análisis de tinta y le han recomendado descanso.
Ponte bien amigo. Tenemos que volver.

jueves, 1 de julio de 2010

EN REBAJAS

Hoy me veo envuelto en otra nueva contradicción: empiezan las rebajas y sube el IVA. La ilusión con las que antes acudía buscando el posible “chollo” ha quedado un poco amortiguada. No soy ni más pobre ni más rico que ayer, pero gasto menos. Recuerdo aquello de “Tanto vales cuanto tienes”. Creo que hoy valemos un poco menos. Nosotros también estamos “rebajados”.

domingo, 27 de junio de 2010

EL MUNDIAL

Argentina ríe. Mexico llora. Curiosa contradicción: llorar por volver a casa. En mis partidos de patio de colegio ni nosotros ni el balón llorábamos. Sabíamos que ibamos a volver con los nuestros en cuanto salieramos de clase. Esto es el mundo al revés. ¿será porque estamos en Africa?

sábado, 19 de junio de 2010

EL TRASTERO

Almacén de historias, libros polvorientos
enseres en desuso que nadie recicla
recuerdos de niñez al lado de la cuna
juguetes rotos y muñecas sin vestido.
Trajes de comunión
retratos en blanco y negro
jaulas de puerta abierta que no albergan inquilinos
lugar de reseteo
trastienda de nuestra existencia

martes, 1 de junio de 2010

SENTADO EN MI SILLÓN.

Estoy en una gran sala. En ella los diversos sectores de nuestro entorno vacían sus banalidades. Médicos, ingenieros, jueces, damas de alta sociedad con la peineta puesta, doncellas con cofia y cuellos planchados y almidonados, pululan a lo largo y ancho de la estancia. Todos miran a su alrededor y son incapaces de verme. No me he escondido, estoy en una esquina sentado en mi sillón. Cutre, viejo, cochambroso, pero aguanta mi peso. Nadie se ha dado cuenta de que estoy aquí, observando, escuchando… Nadie sabe que yo tengo la mejor perspectiva de todo el salón. Pero callo y no digo nada.

sábado, 29 de mayo de 2010

CUESTION DE TIEMPO

Sobre el microcosmos ocupo un tamaño etiqueta sobre folio. Me dicen que el Universo es más grande que yo. Y, sin embargo, ahora lo veo más pequeño que al nacer. Posiblemente sea un mundo al revés. Por eso cuando cumplimos años queremos restar en vez de sumar. Quiero, con el tiempo, ser más grande que el Universo. Pero no podré rejuvenecer. ¡Qué incongruencia!

REY DE PICAS

No hubiera sido el deseo de Eladio estar ahí en ese momento, pero le pudo el interés de ver en vivo el destino de sus pertenencias en aquel salón.

Serio, con la mirada fija en el atril, rememoraba su pasado cargado de gomina, coches caros y mujeres guapas. Aquél impoluto jugador de póker asistía a la defenestración de una vida dedicada al juego. Otra vez más, el “haber” había desbancado al “debe” con la crueldad disfrazada en aquel naipe que tanto anhelaba y se hizo el remolón.

Con cada adjudicación se le escapaba entre los dedos una cosa nueva. Se fijaba en el postor y en una rápida mirada de arriba abajo parecía mascullar: “¡Buitre, tú no mereces eso!” Cuando le llegó la hora al apartamento de lujo, no aguantó más y abandonó la sala. No quería presenciar un allanamiento legal de morada

Cabizbajo, salió al hall del hotel. Había escuchado de viva voz la sátira que le había deparado la vida. En el vestíbulo cruzó con el conserje una mirada que oscilaba entre el consuelo y la complicidad. Mientras esperaba al autobús, aparecieron con risas y voces alegres los subasteros que ya salían.

Eladio pensó: “maldito rey de picas”

Finalmente se subió al autobús, miró hacia un destartalado 127 que circulaba paralelo a ellos. Le encantó:

“¡Cuando pueda, tendré uno así!”

TIEMPO

Tiempo, tengo ganas de conocerte y no lo consigo. Me hiciste crecer el pelo, la barba… pero, cuando te dió la gana, me lo arrebataste y me lo volviste blanco. ¡Deja de jugar! Quiero conocerte. ¡Soy yo! Y quiero ser tu amigo. ¿No me recuerdas? Aquél al que parecía que no corrías con la diligencia debida cuando quería entrar en las pelis de mayores. Aquél que jamás te podía alcanzar con un coche porque no me dejabas conducir.

Ahora sigo queriendo conocerte, pero todavía no he logrado estrecharte la mano. Te has puesto a correr tan rápido delante de mí que me encuentro asfixiado de seguirte. No te puedo alcanzar. Sigues riéndote de mí. La experiencia vivida no es suficiente para alcanzarte. Pregunto a los mayores y tampoco te pueden parar. Das y quitas razones, pero a mí ya no me vales. Ni de pequeño ni de grande. ¡Me has vencido! Y lo peor es que la vida pasa adosada a ti. ¡Haz lo que quieras de mí!