PAPA NOEL
Con un sofisticado atuendo mitad bufón, mitad arlequín,
cumplía sus primeros minutos de trabajo el bueno de Colás. Intuía una jornada dura. El intenso frío
formaba en su tupida barba unos graciosos carámpanos. Sus pequeños ojos
suplicaban el calor de un cafetito ajeno. Su sonrisa, cuando llegaba algún
pequeño, era simplemente un disimulo. Era una sonrisa con amargura mientras entregaba un caramelo y un globo en la puerta
de aquél local. Aquellas golosinas no
lograban ocultar el gusto amargo en su propio paladar.
Cuando no pasaba nadie, se guarecía
en sus pensamientos. Su anterior vida en el circo. Pensaba que había sido una
gran paradoja: repartir alegría desde lugares tan tristes, porque, para Colás,
el circo era muy triste. Sus familias nómadas,
sus caravanas, donde encontrabas un niño
recibiendo clase o con fuego en la boca, o donde la niña trapecista completaba
la jornada en la taquilla. Lo comparaba
con la vida en los cuarteles, donde podías ver al niño con su juguete y al
padre con la metralleta
Obnubilado por el frío, se
sobresalta cuando llega un chavalín a su lado:
-Papá, ¿has pasado mucho frío? Te
traigo el termo. Tienes que resistir.
Con lo que ganes podré comer turrón. Esta Navidad debería de durar
siempre.
-Tienes razón hijo. Pediremos una prórroga.
¿Hasta Mayo?
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