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"No existen más que dos reglas para escribir:

tener algo que decir, y decirlo" (Oscar Wilde)

miércoles, 20 de junio de 2012

UTILIZADO

    Definitivamente, hoy no he querido ir a dar un paseo propuesto por esa chica escultural que conocí hace meses. Antes tengo que  buscar más complicidad. Algo que nos acerque. Han sido ya muchas salidas y todavía me pregunto qué tendremos en común para que me llamara anoche, a la hora que era, con el pretexto de vernos hoy.
    A ella le gusta el cine, a mí el teatro. Si yo pido sopa, ella pide ensalada. Yo carne, ella pescado.  Si propongo un paseo por los jardines, se me descuelga con ir de escaparates. Si hablo de la lucha de clases, nunca le falta un guiño hacia los ricos. Yo trabajo, ella estudia. Yo la montaña, ella la playa. Si digo blanco, ella negro, aunque, a veces, para no aparentar ser tan radical, lo culmina con un “no es exactamente blanco”. Ni una similitud.
    He preferido salir sólo. Quizá haya sido ingrato con ella, pero no estaba dispuesto a entrar en una nueva lucha dialéctica. No me veo  a su lado. Estaríamos todo el día como en una tensa lid. Aunque, no puedo negar que me gusta. Seguramente por eso, por ser tan diferente y también por su físico. Me haré el duro una temporada y luego ya veremos.
    Vuelvo  a casa. El contestador parpadea. Le doy al botón y mis oídos tratan de engullir las palabras que uno hubiera preferido escuchar desordenadas:
“Quería despedirme de ti,  he culminado mi tesis sociológica sobre la contradicción. Mañana tengo que leerla en la Complutense. No sé si  te volveré a ver. No obstante, ya no me haces falta. Y, que sepas, que en todo este tiempo no me has conocido. Yo no soy así. Saludos”

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